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Monsieur Privé en la exclusiva Suite Arte del pintor Salvador Dalí del Hotel El Palace de Barcelona

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La figura institucional de un hotel gran lujo de la categoría de El Palace de Barcelona siempre se ha vinculado directamente con el esplendor y la gloría de la ciudad donde abrió sus puertas. Símbolos de poder, progreso y bonanza económica, representan una exitosa fórmula de negocio con la que convertir cualquier destino en un referente del que poder sentirse orgulloso bajo cualquier contexto. Prueba de ello es la confianza ciega que depositan ilustres personalidades cuando se alojan en sus habitaciones de ensueño o dan vida a sus salones.

Casi un siglo de historia da para mucho y pocos hoteles de la Ciudad Condal pueden hacerse eco de haber recibido a algunas de las figuras más emblemáticas de cada época. Fuentes históricas afirman que algunos como llegaron, se fueron y que otros sin embargo, dejaron huella. Uno de los huéspedes más queridos fue el pintor catalán Salvador Dalí, padre del surrealismo y una de los máximos representes de la historia del arte dentro del ámbito de la pintura contemporánea. Cada vez que hacía una reserva se le esperaba con ilusión, ya que con su carácter afable y excéntrico, inundaba de vida el hotel, contagiando a todos con su inagotable alegría. Como premio a su fidelidad, en la planta noble la dirección habilitó una completa suite de más de 150 metros cuadrados, bautizada con su nombre y que durante años pasaría a la posteridad como la presidencial del complejo.   
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Casi a punto de cumplir cien años, nos alojamos en la renovada Suite Arte Salvador Dalí para vivir en primera persona la magia de sentirnos celebrity por un día.

La habitación cuenta con tres accesos que desde los enmoquetados pasillos que enmarcan el perímetro del hotel pasan completamente inadvertidos a ojos de terceros, asegurando de este modo la privacidad del huésped.

Accediendo por la puerta principal se llega a través de un recibidor, que a modo de ante sala, comunica el pasillo con un completo salón comedor, con capacidad para ocho comensales y decorado al más puro estilo clásico con mobiliario original de la época, presidido por un retrato del artista. Del espacio llaman inusitadamente la atención las lámparas art decó en forma de palmera que cuelgan de los techos. Piezas únicas e irreemplazables de incalculable valor que compiten en belleza pero en perfecta armonía con sillones estilo Louis XIV, adamascados dieciochescos, una chimenea de mármol de principios de siglo y cornisas de pan de oro. A la derecha se encuentra una habitación doble de invitados completamente equipada y con baño romano propio. A la izquierda la primera puerta conduce a un pequeño baño de cortesía y la segunda a la majestuosa habitación principal, un onírico espacio donde el tiempo se detiene y la más pura acepción del lujo cobra más fuerza que nunca. Nada más llegar es inevitable no despertar al niño travieso que llevamos dentro dormido, tirándonos a la cama con dosel de madera de caoba que preside la estancia. Acostumbrados y seducidos por la elegancia del ambiente, regresamos al presente con pantallas de plasma camufladas detrás de los espejos que coronan las chimeneas, un sabio ejercicio de buen gusto y excelente saber hacer donde tradición y vanguardia van de la mano ofreciendo todo tipo de comodidades.
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El cuarto de baño data de 1919 y cuenta con una bañera de estilo romano recubierta de pequeñas piezas cerámicas que a modo de mosaico forman figuras geométricas de temática marina, otra bañera tipo jacuzzi y un completo tocador al que se accede desde un gran vestidor que comunica la habitación con el baño y el pasillo.

Cuidando hasta el más pequeño detalle, nada queda al azar, prueba de ello es la selección de amenities de la prestigiosa firma joyera Chopard que complementan la oferta. En una de las mesas auxiliares del salón, nos llama la atención una fotografía enmarcada donde aparece Salvador Dalí junto a dos modelos estiradas en la bañera y cubiertas de un sinfín de piezas de alta joyería. Un testimonio clave de las muchas excentricidades que protagonizó el artista en su suite.

Durante el desayuno nos cuentan que aquello no fue nada comparado con el día que organizó una fiesta sorpresa a su esposa Gala en la que le regaló un caballo blanco disecado a tamaño natural que hizo subir por la escalinata del hotel, tirado por cuatro operarios. Todo un despropósito para la época que quedó reflejado para la posteridad por los numerosos medios de comunicación allí presentes que se hicieron eco de ello.

Llegadas las doce del medio día, cual Cenicienta antes de sonar la última campanada de media noche y romperse el hechizo, nos dirigimos al front desk de la entrada para hacer check out y despedirnos personalmente de todo el equipo, dándoles las gracias por todo.
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Monsieur Privé en la inauguración del nuevo y exclusivo club de fumadores del Bluesman Cocktail Bar del Hotel Palace de Barcelona (Gran Vía 668)

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Desde hace ya algunos años el Hotel Palace de Barcelona (Antiguo Ritz) se ha convertido en el escenario de un sinfín de maravillosos episodios de mi vida, tanto en el plano personal como el profesional.  Mis frecuentes visitas me han ayudado a hacer mío el espacio, permitiéndome conocerlo en profundidad como si de la palma de mi mano se tratase, hasta el punto de llegar a descubrir alguno de los muchos secretos que se ocultan tras las marqueterías y adamascados de sus muros.

Nada más traspasar la puerta giratoria que preside el hall de la entrada, su atmósfera te atrapa dándote la bienvenida y trasladándote a una época pretérita de esplendor y gloria, difícil de ubicar en el tiempo, ya que los relojes se detienen y todo adquiere una nueva dimensión.
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En esta ocasión invitado por su nuevo director, el Sr. Jaume Donjó, tuve la oportunidad de descubrir  un nuevo espacio, recién inaugurado y hasta aquel momento aún permanecía cerrado al público, me refiero al nuevo club de fumadores del Bluesman Cocktail Bar, una sala donde los amantes de las tradiciones podrán disfrutar de un buen puro mientras saborean uno de los mejores whiskys del mundo al ritmo de la música de la banda de jazz que actúe ese día.

Resulta difícil de creer, verdad? En una sociedad como la nuestra donde imperan las prisas, es de agradecer que se abran nuevos espacios donde poder disfrutar de nuestro tiempo como mejor nos plazca y acuñando a su vez todas y cada una de las acepciones más representativas del hedonismo.

Emplazado en el lugar que en su día fuese la carbonera del hotel y décadas más tarde el refugio de artistas e intelectuales de la época, hoy recobra su esplendor transformándose en un nuevo espacio cuya elegante estética cabalga entre la más pura esencia de la Belle Epoque y el refinamiento más exquisito de nuestros días.

Con estricta puntualidad, uno a uno fuimos llegando todos y cada uno de los invitados, llenándose poco a poco la sala con ilustres personalidades del ámbito de la comunicación en Barcelona.
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La cena-cóctel con la que nos agasajó Marc Mallasén, asesor gastronómico y chef titular del hotel, estuvo compuesta por un sinfín de delicias de las que quiero destacar su mini hamburguesas de carne de buey, sus patatas bravas con trío de salsas, sus dados de rabo de toro y sus esferificaciones de Dom Pérignom con caviar. Todo un festín para los amantes de la alta cocina cuyo dulce broche de oro fue puesto por unos mini tiramisús con falsa tierra de chocolate servidos en pequeños tiestos de terracota, tan bonitos que hasta daba pena comérselos.

La espera entre plato y plato fue maridada libremente con una selección de la extensa carta de cócteles de la que disponen. En mi caso me decanté por los clásicos, no yéndome de allí sin probar su piña colada, su cosmopolitan y su san francisco con flor de pensamiento.
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Durante el posterior baile mi gran amiga Laura Curt y yo emulamos a Karl Lagerfeld y su musa Cara Delavigne recreando un episodio del desfile métiers d’arts de Chanel celebrado días antes en los salones del Hotel Ritz de París.

Casi a las tres de la madrugada me dispuse a subir a la suite que días antes había reservado para aquella noche.  Tras ponerme cómodo me di un relajante baño en la bañera romana antes de caer rendido en la cama, no sin antes rememorar una y otra vez desde lo más profundo de mi corazón, todos y cada uno de los maravillosos instantes vividos aquella noche al ritmo de la canción Putting on the Ritz