Monsieur Privé visita la Factory Shop de Perlas Majorica en Manacor (Mallorca - Parte I / 2 2017)

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Invitados por la prestigiosa firma de perlas españolas Majorica nos desplazamos hasta la mágica isla de Mallorca para conocer de primera mano todo el proceso artesanal que se esconde detrás de cada joya. Con sumo cuidado entre gestos de complicidad y cierto recelo, sus maestros artesanos nos revelan algunos de los secretos mejor guardados de estas ya míticas y únicas a día de hoy, piezas de alta bisutería, con presencia en los cinco continentes, haciéndonos partícipes de su ya legendaria historia.

Sobre una pequeña colina de la población de Manacor, cual castillo sobre su reino, enmarcada por unas privilegiadas vistas de excepción, se encuentra la Majorica Factory Shop, un lugar donde poder soñar despiertos y deleitarse admirando algunas de las más bellas piezas producidas por la marca. Para aquellas personas que seáis fieles seguidores de la firma desde hace varias generaciones, comentaros podréis encontrar descuentos de hasta el 50% sobre su precio de venta al público y que al mismo tiempo podréis llevaros a casa un pedazo del legado de una de las diez firmas españolas más renombradas del mundo.   
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Nuestro recorrido por las instalaciones da comienzo con un poco de historia, la justa, según ellos para no aburrir ni abrumar a sus visitantes y que al adquirir o al ponerse alguna de sus piezas, por segundos puedan trasladarse a un tiempo pretérito de esplendor y gloria a título de embajadores de honor de la casa.

De la mano de Eduard Heusch senior viajamos atrás en el tiempo hasta llegar al viejo París de 1890, ciudad donde constituyó la "Societé de Perles Indes E. Heusch & Co," un paraguas empresarial desde el que poder comercializar las primeras perlas orgánicas del mundo. Cinco años más tarde en 1895, registraría la primera patente mundial en fabricación de perlas artificiales. Todo un logro y una gran revolución en una época en la que escaseaban e incluso eran más caras que los diamantes. Poco después, en 1905 junto a la inestimable ayuda de su hermano Karl Heusch, abrieron sus dos primeras fábricas en España, una en Palma de Mallorca y otra en Manacor por su proximidad al mar y buena comunicación. Su labor fue viento en popa a toda vela y el boca a boca hizo el resto. Su excelente calidad e impecable acabado les hizo traspasar el charco hasta llegar en 1917 a la Quinta Avenida de Nueva York para abrir su segunda sede, lugar en el que aún a día de hoy permanecen. La gran demanda de los años 20 les obligó a contratar a más de 50 sopladores, decenas de maestros artesanos y más de un centenar enfiladoras sin contar las 240 máquinas que funcionaban a pleno rendimiento.
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En 1937 Eduard Heusch muere y su hijo hereda su imperio asumiendo las riendas del negocio. Pese al contexto de guerra, crisis e incertidumbre que le acompañó, la empresa supo salir a flote e incluso mejoró su producto substituyendo el vidrio soplado por opalinas, hecho que ayudó una década después en 1953 al director químico de los laboratorios, el húngaro Geza Solt, a descubrir la fórmula secreta que aún a día de hoy se utiliza para recubrirlas. Por lo poco que pueden contarnos, se trata de una reformulación que data del siglo XVII en la que se emplea un extracto de guanina procedente de las escamas de algunos peces como la sardina o el boquerón, siendo la encargada de inferirle ese brillo y textura nacarada que las caracteriza. 

En los revolucionarios años 60 se producían 220.000 unidades diarias llegando a una producción anual de 24 millones de piezas de las cuales se desechaba un 30% en su control de calidad con el fin de ser simplemente los mejores, actitud que les llevó a experimentar y combinarlas con otros materiales como la plata de ley 925/00 tal y como se recoge en los informes de la época de la Organización Europea de Perlas Majorica, institución que fundó para llevar un mejor control de la producción y posterior distribución a nivel mundial. Más recientemente en los años 70, la mecanización ayudó a agilizar todo el proceso de producción, reduciéndolo a una duración de tan sólo 15 días en contraste con los varios años que son necesarios para obtener una perla de forma natural. Tras abrir su departamento de I+D poco a poco se convirtieron en la única empresa del mercado en fabricar perlas artificiales de idéntico aspecto al de las naturales.  
En los talleres, con destreza y concentración las hábiles manos de los maestros artesanos que aún a día de hoy perpetúan este noble arte nos revelan en riguroso directo como se fabrican estos codiciados objetos de deseo. 

Todo parte de la materia prima, varillas de vidrio opalino que se sopla al mismo tiempo en el que se le va dando forma con el fuego.
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Tras darles un primer baño bajo la solución  orgánica con base de guanina, son aplastadas con el fin de obtener una mezcla homogénea en la que se funda el vidrio con la mezcla.

Tras limpiarla de todo tipo de impurezas con un paño de algodón son "maquilladas" con un polvo secreto y tras dejarlas secar, se les vuelve a dar forma de esfera. Pasadas unas horas ya se avistan los primeros resultados y en la mayoría de casos se obtienen perlas ya directamente para engarzar. 
Con ritmo, destreza y solemnidad, como si de una danza ancestral se tratase, las enfiladoras hilan ristras de perlas que tras pasar el control de calidad se convierten en maravillosas joyas de ensueño.

De todo el proceso destacar su empaque, cada vez que una joya es colocada delicadamente dentro de su estuche se cierra un ciclo. Nos comentan que muchas veces especulan e imaginan sobre la persona que las lucirá tras adquirirlas y que cada vez que van por la calle y ven que alguien las lleva, les inunda un profundo sentimiento que cabalga entre la emoción y el orgullo. 

Dicho esto tan sólo nos queda dar las gracias al maravilloso equipo de comunicación de Majorica en España por su inestimable y profesional ayuda y a Majorica por abrirnos las puertas de su casa y compartir con nosotros la magia que emana de su universo. 
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Monsieur Privé en el Restaurante Caelis de Romain Fornell del Hotel Ohla Barcelona (1* Michelin)

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Tras asumir la dirección gastronómica del exclusivo Hotel Ohlà Barcelona y trasladarse desde el Hotel El Palace, el célebre chef Estrella Michelín, Romain Fornell reabre las puertas de su Restaurante Caelis ofreciendo una completa oferta con la que deleitar a sus fieles incondicionales y seducir a nuevos adeptos.

Manteniendo su esencia y principales señas de identidad, reorganiza los códigos de su filosofía creativa proyectando un nuevo universo de sensaciones donde tradición y vanguardia van de la mano, explorando el génesis de un legado vinculado a toda una vida dedicada a una pasión, la cocina. Acuñando la más pura y solemne acepción del lujo concibe un espacio de estilo contemporáneo, íntimo y elegante con capacidad para 38 comensales, divididos en dos ambientes, el de la sala (24 pax) y el de la barra (14 pax). Siendo el primero un punto de encuentro obligado para aquellos a quienes les apasiona la alta cocina y buscan al mismo tiempo la paz que ofrece un entorno armónico, discreto y selecto donde poder enmarcar escenas y episodios de sus vidas, celebrando reuniones con clientes, familiares o amigos o tan sólo reivindicar, desde lo más regio del hedonismo, lo bello que es vivir y el segundo un lugar, hasta ahora inaccesible en cualquier establecimiento de esta categoría, donde se hace participe al comensal de todo el proceso de elaboración y emplatado que hay detrás de cada receta antes de poder disfrutarla con los cinco sentidos. 
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Nada más llegar la encantadora Anna Ivanova nos recibe con una hermosa sonrisa y con un dulce timbre de voz nos conduce hacía nuestros asientos, preocupándose de que no nos faltase de nada en ningún momento y asegurándose de que todo fuese de nuestro agrado. Dado que en otras ocasiones ya habíamos vivido la experiencia que se vive en la sala, en esta ocasión teníamos reservados dos asientos de honor en la barra. Desde nuestra privilegiada situación pudimos ver las salidas de todos los servicios de la jornada y avistar, sin perder detalle, como el fantástico equipo que conforma la cocina, trabajaba con pasión y entusiasmo, preparando cada uno de los platos. 

La barra, de estructura sólida y estética neoclásica, fue construida en inmaculado mármol blanco de Carrara traído expresamente de los Alpes Apuanos  y sobre ella compiten en armonía y sin jerarquía alguna, el resto de menaje visible expuesto: una elegante cubertería perteneciente a la colección Mood de la joyería Christofle de París presentada sobre un original estuche de formato oval, unos racionalistas servilleteros, también de Christofle, unas lámparas modelo Hart Court diseñadas por Philippe Starck para la prestigiosa firma cristalera francesa Baccarat y manteles y servilletas de algodón con ribetes bordados en hilo de oro. Sin lugar a dudas un completísimo ejercicio de estilo donde se postula a favor de una definición de lujo contemporáneo sin excesos que huye de la ostentación y aquello que pueda resultar superfluo, acorde al ritmo de vida de nuestro tiempo.

A los pocos minutos, con ilusión, emoción y alegría, aparecía ante nosotros la maravillosa Carla Rodríguez dándonos la bienvenida y agradeciéndonos una vez más nuestra visita. Tras comentarnos las múltiples opciones de las que disponíamos para elegir, nos presenta al resto del nuevo equipo, dando así el pistoletazo de salida a nuestro extraordinario ágape culinario. Del amplio abanico de posibilidades elegimos el Menú Degustación Terra y Mar, Verano 2017, compuesto por amuses bouches, 3 entrantes, 2 platos principales y 3 postres
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Sin más preámbulo se retira cediendo el testigo al chef Javier González, jefe de cocina del Caelis. Tras las pertinentes presentaciones de rigor y ganarse en pocos segundos nuestra confianza, nos explica detalladamente en que consiste nuestra opción de menú y que ingredientes componen cada plato.

En cuestión de segundos entra en escena el sommelier Alejandro Icart presentándonos la selección de vinos que había elegido para maridar nuestro menú. Pese a su demostrado dominio y profesionalidad siempre antepone el criterio y los gustos personales de cada cliente a los suyos a la hora de llevar a cabo su selección final. Entre risas y confidencias nos cuenta que la bodega alberga más de 300 referencias y nos relata con todo tipo de detalles la historia que se esconde detrás de cada vino que nos sirve.
El primer aperitivo es presentado sobre una pulida lámina de madera de roble y una sección de culata de vidrio de una botella de champán. La aceituna verde con anchoa es concebida a modo de tapa para dos, acompañado de huevas de salmón para él y de huevas de salmón con esferificación de mostaza de Dijon para ella.

El protocolo marca que primero se coma la aceituna, de aspecto frágil pero intenso sabor, su eclosión entre la lengua y el paladar constituye una explosión  de intenso sabor en estado líquido de donde emerge el más puro sabor a mar. Las mini tartaletas ayudan a prolongar un conseguido efecto marino, trasladando al comensal a una de nuestras paradisíacas playas del Mediterráneo
La vichyssiuse de hinojo con botarga es servida sombre un cubo de hielo que ayuda a mantenerla a una temperatura óptima y constante mientras se toma.

La fina hoja de tinta de calamar constituye ya uno de los clásicos más aclamados de la carta. Su sofisticada presentación, sobre una estructura metálica de oro tornasolado, ayuda al comensal a concebirla como una escultura efímera con la que alimentar el espíritu.

El gofre de patata ligera con ventresca de atún y cristal de soja sorprende por el sinfín de matices que desprende desde el primer bocado, casando a la perfección la yuxtaposición de sabores de los ingredientes empleados.

El bocadillo de sardinas seduce por su elegancia, feminidad y efectismo encubierto. Siendo horneado como si de merengue se tratase, la masa es deshidratada, hecho que provoca que se deshaga en nuestro paladar al ponerse en contacto con la saliva, haciéndolo desaparecer casi como por arte de magia y quedando tan sólo la rillete de sardina con nabos en nuestra boca.   
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El primer entrante, una ensalada de ostras Joël Dupuch, flores, granizado de mar y vapor de citronela, cautiva y sorprende a partes iguales por la magnificencia de su puesta en escena y el efectismo de la misma. Servida cubierta de una fina campana de cristal a la que le envuelve una intensa nebulosa de aromas, da paso a un universo de matices subacuáticos  cuando su humo se disipa por completo a modo de antesala de un inusitado juego de texturas.
La bullabesa de pescado de roca con rouille al azafrán rescata de las profundidades marinas el intenso sabor del pescado más característico de la zona donde habita y contrasta de forma homogénea con la suavidad de las salsas y la patata que la acompaña.

Para limpiar el paladar del sabor del pescado antes de dar paso a la selección de carnes, nos ofrecen un refrescante sorbete de célery y lima.
El mini calabacín con su flor, almendra tierna y beurre blanc al caviar se resume como un poema visual de composición armónica donde con casi orden algorítmico se alternan ingredientes de tonos fríos y cálidos.

El pan artesanal con juego de mantequillas destaca por la esponjosidad de su miga y su melosidad en formato brioche. Javier González nos recomienza comenzar por la mantequilla de romero, seguida de la de tomate y terminando con la de oliva.
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De las carnes destacamos la espectacularidad que acompaña a la presentación y emplatado del tartar de buey cortado al cuchillo con helado de mostaza de Dijón. A -197ºC se sumerge la mostaza presentada en textura cremosa y se esferifica hasta conseguir un formato granulado sólido helado que una vez escurrido se añade al plato consiguiendo un choque térmico entre los ingredientes, produciendo vapor helado.
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El pichón de Araíz como un civet y piel crujiente sorprende muy positivamente por la melosidad de su carne y por la historia que hay detrás de su guarnición de guisantes tiernos de Vic traídos expresamente del huerto privado del hijo de Santi Santamaría. Esta variedad de guisante tan sólo florece dos semanas al año y ello lo convierte en un codiciado ingrediente de temporada al alcance de tan sólo unos pocos.
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El postre ayuda a que afloren los más puros, nobles y bellos sentimientos de nuestra niñez, ya por muchos olvidados con el paso del tiempo, llevándonos a un estado de permuta con nuestro alma.

La cereza de cristal y almendra tierna es elaborada de forma totalmente artesanal por Eddie Arteaga y su equipo de magníficos reposteros mediante la técnica de la lámpara caliente. Tras alcanzar la temperatura óptima, el caramelo alcanza un estado en el que su manipulación se torna mucho más cómoda y fácil y permite ser moldeada al gusto. Belleza efímera en el más literal de los sentidos ya que debe destruirse con una cuchara de Christofle para dar paso al universo de sabores y sensaciones que alberga latente en su interior. La crema de almendra tierna se compenetra muy bien con el trío de texturas de cereza que le acompañan: reducido, compota y cereza natural sin hueso. Un estudiado caos donde cada color, textura y sabor sabe a la perfección que función tiene en esta partida sensorial. Ante tanta belleza uno no puede evitar dejar constancia de ellos haciéndose un selfie con el plato.

Los petit fours servidos durante el café abruman por su sutileza y precisión, nadie se imagina la de horas de trabajo que hay detrás de cada uno de ellos. Bombones que recrean paisajes o mini helados de concentrado de frutas componen este hermoso ramillete con el que poner el broche de oro a esta sensacional experiencia.

Desde Monsieur Privé queremos dar las gracias a Romain Fornell y a todo su maravilloso equipo por el magnifico e impecable trato recibido y por habernos permitido una vez poder formar parte de su onírico mundo.
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Monsieur Privé en el nuevo Restaurante Winter Garden del exclusivo Hotel El Palace de Barcelona

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Desde hace poco más de un año el chef Marc Mallasén asumió las riendas del Hotel El Palace de Barcelona como asesor gastronómico del mismo. Su genialidad y pasión por la cocina le han llevado a desarrollar un estilo de cocina propio e inconfundible con el que deleitar a los paladares más exigentes. Tras reformar y reversionar la oferta existente, su maestría y excelente saber hacer le han permitido reinterpretar, sin ningún problema, las principales señas de identidad del hotel, bajo los filtros de los códigos de su filosofía.

Prueba de su éxito es el Winter Garden, el restaurante que corona la última planta del edificio y preside la majestuosa terraza de más 1500 metros cuadrados que lo envuelve. Un viaje atrás en el tiempo donde el comensal se sumerge de pleno, viviendo en primera persona, el esplendor y la gloria de una época pretérita, ajena a la cotidianidad de nuestro día a día que en la mayor parte de lo posible, recupera el mobiliario original de principios de siglo y recurre a la vegetación autóctona de la zona para recrear una atmósfera tranquila y elegante.  
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Luminoso y diáfano, el Winter Garden se abre al público como un restaurante de alta cocina con una completa oferta gastronómica que engloba gustos y costumbres de todo tipo de culturas y comunidades, inspirándose en la típica cocina catalana. Un acierto seguro que gusta a partes iguales tanto a niños como a mayores.

Su cálida atmósfera es reforzada por una decoración de época compuesta por un mobiliario de mimbre y bambú que envuelto en suaves manteles de lino y elegantemente decorado con cubiertos y menaje de plata inglesa y una vajilla diseñada por Christian Lacroix para Vista Alegre, invitan al comensal a revivir la magia que desprende el acuñar la más pura acepción del lujo.

Sus paredes y techos, enmarcados por una celosía entramada de madera, configuran un espacio presidido por un impresionante fresco cuyo punto de fuga acentúa la sensación de profundidad del espacio, creando un efecto óptico a modo de trampantojo donde se integra a la perfección la realidad del lugar con la ficción utópica ideal representada. Un juego de espejos enmarcados con pan de oro se encargan de hacer el resto, reflejando el exterior en el interior, haciendo creer al comensal que se encuentra en un punto en suspensión en tierra de nadie.
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Su amplía y variada carta se complementa con un menú ejecutivo de medio día donde se da elegir entre cuatro entrantes, cuatro platos principales y tres postres con copa de vino, agua y café incluidos. La fórmula perfecta para sorprender a nuestros acompañantes un día de cada día sin la necesidad de recurrir a ninguna fecha especial como excusa para celebrar lo bella que es la vida.

Como entrante somos sorprendidos con un ravioli de setas de temporada con crema ligera de parmesano y shimejis confitados. No hay palabras para describir el cúmulo de sensaciones que se abren paso en el paladar tras el primer bocado. Su relleno se deshace sólo en la boca y su intensa salsa de parmesano embriaga nuestros cinco sentidos, potenciando aún más el sabor de la carne que matizan las setas. No dudéis en pedir una ración de pan recién hecho con mantequilla artesanal, incluido en el menú, con el que disfrutar aún más de vuestra experiencia.

De la selección de platos principales elegimos el arroz de rostit con botiffarra, costilla de cordero, mantequilla y parmesano (Una ración más que generosa con la que saciar la más temible de las gulas. De su presentación destaca la armonía de color reinante entre los ingredientes utilizados. Yendo más allá podría recordar a la tierra recién labrada) y la merluza asada con salsa verde, espárragos y huevo duro todo un poema visual donde el color de la esperanza lo cubre todo con su manto dando paso a un nuevo universo de sensaciones.

Siendo incapaz de decidirme tan sólo por uno de los postres, me pedí dos, dando comienzo con el éclair de chocolate con avellana, crumble y crema de helado de chocolate blanco. La esponjosidad del pequeño relámpago es atenuada por una suave y dulce crema de avellana decorada con flor de pensamiento que le otorga un toque de color sensual y voluptuoso. La crema de helado contrasta en yuxtaposición con el crumble dando como resultado un interesante juego de texturas.
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Di la orden de que mi próximo postre fuera servido junto con el té durante la sobremesa. Como segunda opción me decanté por una tarta de crema de limón con merengue, crumble y gel de yuzu. Su presentación, en consonancia con la del éclair, presentaba un paleta cromática similar donde con acierto, otros ingredientes recrean paralelamente los mismos colores.

De la carta de infusiones elegí un poleo menta con hielo, servido en una preciosa taza diseñada por Christian Lacroix para Vista Alegre, poniendo de este modo el broche de oro a una fantástica sobremesa repleta de risas, confidencias y reencuentros inesperados.

Desde Monsieur Privé queremos felicitar a todo el equipo de Marc Mallasén por el maravilloso trato recibido y a él por dejarnos formar parte de su maravilloso universo.  
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Monsieur Privé en la exclusiva Suite Arte del pintor Salvador Dalí del Hotel El Palace de Barcelona

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La figura institucional de un hotel gran lujo de la categoría de El Palace de Barcelona siempre se ha vinculado directamente con el esplendor y la gloría de la ciudad donde abrió sus puertas. Símbolos de poder, progreso y bonanza económica, representan una exitosa fórmula de negocio con la que convertir cualquier destino en un referente del que poder sentirse orgulloso bajo cualquier contexto. Prueba de ello es la confianza ciega que depositan ilustres personalidades cuando se alojan en sus habitaciones de ensueño o dan vida a sus salones.

Casi un siglo de historia da para mucho y pocos hoteles de la Ciudad Condal pueden hacerse eco de haber recibido a algunas de las figuras más emblemáticas de cada época. Fuentes históricas afirman que algunos como llegaron, se fueron y que otros sin embargo, dejaron huella. Uno de los huéspedes más queridos fue el pintor catalán Salvador Dalí, padre del surrealismo y una de los máximos representes de la historia del arte dentro del ámbito de la pintura contemporánea. Cada vez que hacía una reserva se le esperaba con ilusión, ya que con su carácter afable y excéntrico, inundaba de vida el hotel, contagiando a todos con su inagotable alegría. Como premio a su fidelidad, en la planta noble la dirección habilitó una completa suite de más de 150 metros cuadrados, bautizada con su nombre y que durante años pasaría a la posteridad como la presidencial del complejo.   
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Casi a punto de cumplir cien años, nos alojamos en la renovada Suite Arte Salvador Dalí para vivir en primera persona la magia de sentirnos celebrity por un día.

La habitación cuenta con tres accesos que desde los enmoquetados pasillos que enmarcan el perímetro del hotel pasan completamente inadvertidos a ojos de terceros, asegurando de este modo la privacidad del huésped.

Accediendo por la puerta principal se llega a través de un recibidor, que a modo de ante sala, comunica el pasillo con un completo salón comedor, con capacidad para ocho comensales y decorado al más puro estilo clásico con mobiliario original de la época, presidido por un retrato del artista. Del espacio llaman inusitadamente la atención las lámparas art decó en forma de palmera que cuelgan de los techos. Piezas únicas e irreemplazables de incalculable valor que compiten en belleza pero en perfecta armonía con sillones estilo Louis XIV, adamascados dieciochescos, una chimenea de mármol de principios de siglo y cornisas de pan de oro. A la derecha se encuentra una habitación doble de invitados completamente equipada y con baño romano propio. A la izquierda la primera puerta conduce a un pequeño baño de cortesía y la segunda a la majestuosa habitación principal, un onírico espacio donde el tiempo se detiene y la más pura acepción del lujo cobra más fuerza que nunca. Nada más llegar es inevitable no despertar al niño travieso que llevamos dentro dormido, tirándonos a la cama con dosel de madera de caoba que preside la estancia. Acostumbrados y seducidos por la elegancia del ambiente, regresamos al presente con pantallas de plasma camufladas detrás de los espejos que coronan las chimeneas, un sabio ejercicio de buen gusto y excelente saber hacer donde tradición y vanguardia van de la mano ofreciendo todo tipo de comodidades.
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El cuarto de baño data de 1919 y cuenta con una bañera de estilo romano recubierta de pequeñas piezas cerámicas que a modo de mosaico forman figuras geométricas de temática marina, otra bañera tipo jacuzzi y un completo tocador al que se accede desde un gran vestidor que comunica la habitación con el baño y el pasillo.

Cuidando hasta el más pequeño detalle, nada queda al azar, prueba de ello es la selección de amenities de la prestigiosa firma joyera Chopard que complementan la oferta. En una de las mesas auxiliares del salón, nos llama la atención una fotografía enmarcada donde aparece Salvador Dalí junto a dos modelos estiradas en la bañera y cubiertas de un sinfín de piezas de alta joyería. Un testimonio clave de las muchas excentricidades que protagonizó el artista en su suite.

Durante el desayuno nos cuentan que aquello no fue nada comparado con el día que organizó una fiesta sorpresa a su esposa Gala en la que le regaló un caballo blanco disecado a tamaño natural que hizo subir por la escalinata del hotel, tirado por cuatro operarios. Todo un despropósito para la época que quedó reflejado para la posteridad por los numerosos medios de comunicación allí presentes que se hicieron eco de ello.

Llegadas las doce del medio día, cual Cenicienta antes de sonar la última campanada de media noche y romperse el hechizo, nos dirigimos al front desk de la entrada para hacer check out y despedirnos personalmente de todo el equipo, dándoles las gracias por todo.
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