Exclusiva: Happy Holidays by Eloy Valero - Capítulo final: ¡Felices vacaciones!

"Happy Holidays, un parisino cuento de Navidad", una versión libre e inédita de Eloy Valero inspirada en la obra original de la escritora Tatiana de Rosnay para Montblanc.

Capítulo Final: ¡Felices vacaciones!

Al igual que un niño en vísperas de la mágica noche de Reyes, como si del compás de un hermoso vals se tratase, los cada vez más acelerados latidos de su corazón, eran los encargados de marcar el ritmo de sus pasos. Abrumada ante aquel cúmulo de nuevas y maravillosas sensaciones, se vio obligada a parar a reponer fuerzas, ya que su aliento, entrecortado por el frío de aquella inesperada sobremesa de diciembre le impedía avanzar. 

Sin ser plenamente consciente de lo que duró aquella pausa, sentada en uno de los fríos bancos de piedra que recorren algunas de las confluencias de la Rue Cambon de París, aguardó a la espera de encontrar un taxi. 

Una vez dentro, víctima de la agonía que le provocaba aquella lenta espera, notaba como poco a poco sus nervios se disipaban, difuminándose en una hermosa sonrisa.

Al bajarse del vehículo vio frenado su paso por una majestuosa verja de hierro forjado de estilo art nouveau, que probablemente databa de principios de siglo. Sin mostrar titubeo alguno a la hora de llamar al timbre, al igual que las puertas del paraíso, aquellos fríos e inertes muros de metal cubiertos de nieve, se abrieron ante ella indicándole la dirección a seguir.

Tras adentrarse con paso firme por aquel camino nevado repleto de cientos de camelias heladas que parecían estar hechas de fino cristal, llego a la puerta principal del inmueble, un edificio modernista de siete plantas de altura y sin ascensor, en cuyo ático vivía sólo, al igual que ella, aquel misterioso joven.

Peldaño a peldaño notaba como sus fuerzas se desvanecían, ya que aquel medio día prácticamente no había probado bocado. Inmersa de pleno en la lectura de aquel diario, no fue consciente en ningún momento de que las horas pasaron y que ya eran más de las cinco. 

Desorientada por la nevada que cubrió todo de blanco la Ciudad de la Luz, sin la necesidad de comprobar en ningún momento que hora era, no se percató que su reloj se había parado poco antes de salir de casa por la mañana.



Finalmente, en un último amago de valentía, llamó al timbre. A los pocos segundos aquella robusta puerta de roble antiguo revestida de impecables trabajos de marquetería, se abrió ante ella. Lo primero que sintió fue un agradable e intenso aroma a sándalo y canela con unas ligeras notas de vainilla que durante unos instantes le transportaron a su niñez, viendo fugazmente pasar toda su vida ante ella. 

Al abrirse la puerta por completo, allí estaba él, un joven apuesto de estilo impecable y al mismo tiempo desenfadado que le preguntó en qué podía ayudarla.

Ella, víctima de su propio miedo e inseguridades, no supo que decir y en un acto reflejo casi instintivo, alargo su brazo dándole su cartera, marchándose, incapaz, de decir nada.



Con los ojos repletos de lágrima, uno a uno, fue bajando aquellos peldaños que minutos antes había subido con ilusión y alegría aguardando a la espera de hablar por primera vez con aquel joven.  

Tras sentir que había hecho el mayor de los ridículos, tres pisos más abajo, se sentó a llorar en un rincón de la escalera. Pese a que tan sólo pasaron unos minutos, su principio de ansiedad le hizo creer había estado más tiempo.

Al salir de nuevo a la calle se desencadenó una brutal tormenta de nieve. Acostumbrada a sentir como uno a uno los finos copos de nieve se fundían sobre su piel, aquella fría ventisca le caló hasta lo más profundo de su alma. Lejos de casa y sin paraguas, no supo a donde refugiarse ni a donde ir. 

En uno de esos instantes en los que desearíamos que nuestra vida llegase a su fin, notó como con fuerza y cariño alguien le abrazaba por detrás evitando que se desvaneciese y cayese al suelo.

Sintiendo el calor que desprendía el aliento de aquel chico sobre su nuca, escuchó por primera vez como alguien desde lo más profundo del corazón le decía “te quiero”.

Tras fundirse apasionadamente en un interminable beso, poco a poco aquella ventisca se fue disipando dejando paso a un cielo repleto de estrellas, donde ella era la que más brillaba de todo el firmamento. 

Ajenos a todo, atrapados voluntariamente en la vorágine de la emoción del momento, ninguno de los dos se dio cuenta que era 24 de diciembre y que en pocas horas sería Navidad. Bajo un marco de ensueño, que nada tenía que envidiar a la más bella y hermosa historia de amor de todos los tiempos, se abrazaron fuertemente, sintiendo el uno los latidos del corazón  del otro diciéndose mutuamente “-¡Felices vacaciones!”

Fín.
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